El proceso y la tecnología que se emplean para dominar y mantener bajo control (o para destruirlos en caso de que eso no funcione) a líderes financieros y gubernamentales – e incluso periodistas – honestos, se constituyen como secretos celosamente guardados. Tales secretos son conocidos, sobre todo, por aquellos que viven en el mundo de las operaciones encubiertas, o por personas como yo que cuentan con el privilegio de haber sobrevivido a su iniciación y programa de entrenamiento en la vida real [59]. Para entender como funciona el proceso y los innumerables recursos invertidos para llevar a cabo tales trucos sucios, primero se requiere entender la importancia de la “marca” dentro del funcionamiento del crimen organizado que se desarrolla en Washington y Wall Street.
La enciclopedia electrónica Wikipedia, define “marca” como:
“…la representación simbólica de toda la información que se encuentra relacionada con un producto o servicio. Tradicionalmente, una marca se constituye de un nombre, un logo y otros elementos visuales tales como imágenes y símbolos. También abarca el conjunto de expectativas asociadas con un producto o servicio, que suelen estar presentes en la mente de la gente, entre quienes se incluyen los empleados del propietario de la marca el personal encargado de la distribución, las ventas o el suministro de los productos o servicios, y, en última instancia, los consumidores”.
Un exitoso inversionista de riesgo como John Birkelund diría que una muy buena marca puede convertirse en el factor determinante del éxito (o fracaso) de una compañía y su valor en el mercado.
La supremacía del modelo inversionista de guerra y banca centralizada – que ha regido a nuestro planeta por los últimos 500 años – depende de la capacidad para combinar los altos márgenes de ganancias del crimen organizado con el bajo costo del capital y la liquidez que tanto la autoridad gubernamental como la fe popular en el estado de derecho, traen consigo. Nuestra economía depende de aquellos que cuentan con acceso a información privilegiada y que quieren quedarse tanto con el pan como con la torta, a costa de favores gratis y de robar a otros. Esto funciona bien cuando la población general que se beneficia con los subsidios, se vuelve complaciente, y no ve como verdaderamente funciona el sistema. No obstante, la liquidez y la autoridad gubernamental se desgastarán si la gente se da cuenta de cómo son las cosas en realidad. Cuando esto sucede, comienza a entender el poder que tienen la tecnología innovadora y los recursos de la reingeniería de gobierno para generar mayor abundancia a sí misma y los demás. Cuando esto sucede, pierde la fe en el mito de que el sistema actual es, fundamentalmente, legítimo. De esta manera, se ponen en la cuerda floja los mercados financieros que dependen de garantías y prácticas fraudulentas para continuar funcionando. Así mismo, también se ponen en la cuerda floja la riqueza y el poder de la gente que está obteniendo ganancias con el fraude financiero.
En pocas palabras, la transparencia arruina el juego y no puede permitirse. Se hará todo lo necesario para asegurarse de que quienes tienen acceso a toda la información que se maneja dentro del sistema – a costa de quienes están afuera de él – controlen los datos financieros. Como dijo alguna vez Nicholas Negroponte, presidente fundador de Mit Media Lab:
“En una era digital, los datos alrededor del dinero valen más que el dinero en sí”.
En consecuencia, se invierten desmedidas atenciones y cantidades de dinero para afirmar el mito y la aparición de la legitimidad. Esto implica crear explicaciones populares sobre por qué los ricos y poderosos además de ser respetuosos con las leyes tienen un comportamiento ético, mientras que los pobres corruptos, los migrantes hostiles y los gángsteres taimados, junto con los incompetentes e irresponsables burócratas de la clase media, son los culpables del éxito del tráfico de drogas, del fraude financiero y de otras modalidades del crimen organizado.
Si el exitoso y conocido negocio de las ventas al detal – como por ejemplo la ropa para mujeres o los autos – cuenta con un presupuesto para publicidad (de, digamos 10% de sus ingresos), entonces ¿cuánto podría gastar este negocio del lavado de dinero, estimado ente 500 mil millones y 1 billón de dólares, para proteger su franquicia en el mercado? Teniendo como punto de partida el anteriormente mencionado 10% de los ingresos, ¿cómo se gastarían entre 50 y 100 mil millones de dólares para proteger la marca, sobre todo cuando los presupuestos gubernamentales pueden usarse para patrocinar tales esfuerzos?
Como consecuencia de ello, se gasta una increíble cantidad de tiempo y dinero, destruyendo la credibilidad de quienes muestran a la luz pública lo que realmente está sucediendo. Todo esto, a pesar de que es obvio el hecho de que quienes cuentan con tanta riqueza – la cual está creciendo más – deben tener una relación económica con el negocio que está generando las ganancias más grandes. O, mejor dicho, como dijo John Gotti, Jr – en respuesta a las acusaciones sobre actividades de tráfico de drogas llevadas a cabo por su familia mafiosa: “¿Quién puede competir con el gobierno?
Sólo cuando se entiende el valor de una marca es posible entender la enorme inversión y los métodos criminales que se utilizaron para detener y suprimir nuestro software, Community Wizard, con el fin incriminar a Hamilton Securities Group, y por supuesto, a mí.