9. Cornell Corrections

Según informes entregados a la Comisión de Acciones y Valores de EE.UU., Cornell Corrections -una compañía fundada en Houston – comenzó a abrir prisiones en Massachusetts y Rhode Island en 1991. Luego, en 1994, adquirió Eclectic Communications, compañía operaria que cuenta con 11 centros de detención en California – con capacidad para un total de 979 camas – creados para alojar presos que están en proceso de liberación. Para Cornell una relación importante desde el comienzo, era aquella que sostenía con el Servicio de Alguaciles Federales de Estados Unidos, una agencia del Departamento de Justicia (DOJ, según sus siglas en inglés) que era el principal cliente de Cornell en un contrato para la construir el Centro de Detención Federal Donald W. Wyatt, ubicado en Central Falls, Rhode Island, con capacidad para 302 camas.

El Servicio de Alguaciles Federales es la agencia de seguridad más antigua de Estados Unidos. Entre otras funciones, esta entidad alberga y transporta prisioneros antes de que sean sentenciados y provee protección al sistema judicial federal. Además, según su sitio web, también es responsable de:

“..administrar y desechar las propiedades confiscadas y decomisadas que fueron adquiridas por criminales a través de actividades ilegales. Bajo el auspicio del Programa de Confiscación de Bienes del Departamento de Justicia, el Servicio de Alguaciles Federales actualmente administra propiedades avaladas en más de 964 millones de dólares, y desecha rápidamente los bienes confiscados por todas las agencias del Departamento de Justicia. La meta del programa es maximizar el rendimiento neto de la propiedad confiscada, para usar posteriormente la propiedad y los ingresos para propósitos de cumplimiento de la ley.”

Un artículo de Jeff Gerth y Stephen Labaton, publicado en el New York Times en noviembre de 1995 – “Prisons for Profit: A Special Report; Jail Business Shows Its Weaknesses” (“Informe especial: prisiones con fin de lucro. El negocio carcelario muestra su debilidad.” ) – describe los problemas que Cornell tuvo con su centro en Rhode Island. Este, había sido financiado con bonos municipales emitidos a través de la
Autoridad Portuaria de Rhode Island en el verano de 1992, y subvencionado por Dillon Read. Afirma el artículo:

“Hace dos años los propietarios de la prisión, construida con bloques de cemento rojo en esta pobre ciudad industrial, hicieron una lujosa fiesta para celebrar la apertura de dicho centro, exhibir su sistema informático de monitoreo, sus modernas celdas que tienen espacio para 300 camas, y un equipo de guardias recientemente contratados.”

Pero un elemento importante era escaso: los prisioneros federales.

“Esto era más que un vergonzoso detalle. La nueva prisión, Donald W. Wyatt Detention Facility, está dirigida por una compañía privada y financiada por inversionistas. El Gobierno Federal ha acordado pagar a la prisión 83 dólares al día por cada prisionero alojado. Sin un cupo completo de reclusos, no tiene esperanza de sobrevivir.

“Entonces, los patrocinadores financieros de las prisiones emprendieron una fuerte presión a nivel político para trasladar reclusos provenientes de otras instituciones. Los líderes políticos de Rhode Island presionaron al vicepresidente Al Gore, mientras se encontraba visitando ese estado -así como a altos funcionarios del Departamento de justicia- , para que se enviaran más prisioneros. Enfrentando el disgusto de los tenedores de bonos- además de la quiebra – la compañía, Cornell Corrections, recurrió a un abogado que se encargaba de negociar el traslado de prisioneros a las instituciones privadas en donde eran requeridos.

“El abogado, Richard Crane, ha realizado trabajos jurídicos para compañías privadas de correccionales y organismos penales gubernamentales. El puso en contacto a los directores de Wyatt con algunos funcionarios de North Carolina. Poco después, 232 prisioneros fueron trasladados desde allí a Rhode Island, y el señor Crane recibió en pago una cantidad desconocida de dinero por parte de Cornell Corrections.”

El centro penitenciario Donald C. Wyatt, perteneciente a Cornell, más adelante se convirtió en un caso de estudio para el Centro de Informática de Diseño, perteneciente a la Escuela de Diseño de Harvard. Esto se constituía como un indicio de la ola de negocios y oportunidades de inversión que las prisiones y la actividad policiaca ofrecieron a muchos sectores, desde arquitectos, pasando por compañías de construcción y de bienes raíces, hasta inversionistas de bonos no gravables. [42]. El estudio de Harvard menciona que Cornell hizo arreglos para que el centro fuera construido por Brown & Root, una compañía, filial de Halliburton, de Houston, Texas, (Brown & Root es conocida ahora como KBR y continua siendo filial de Halliburton). La construcción de los centros carcelarios de Brown & Root/KBR se hizo más visible muchos años más tarde, después de que llevara a cabo la de los centros de detención en la Bahía de Guantánamo, la de los campos de prisioneros de guerra en Iraq, y su adquisición de contratos para construir centros de detención del Departamento de Seguridad Nacional. Se hizo una petición a Cornell para acceder a información con respecto a las compañías empleadas para la construcción de las prisiones que siguieron a la del centro Wyatt, pero aún no se ha recibido ninguna respuesta.

Dillon Read tenía relaciones desde hace mucho tiempo con Brown & Root y con líderes bancarios y financieros de Houston, debido al papel histórico de la firma como underwriter, es decir, para garantizar emisiones de empresas de petróleo y gas, incluyendo oleoductos y gasoductos. En 1947, Herman y George Brown – los fundadores y propietarios de Brown & Root – eran parte de un grupo de empresarios de Texas a los que Dillon Read prestó su apoyo, como inversionista y underwriter, (de una manera similar a la que respaldó muchos años después a Cornell, también con base en Houston) para constituir la compañía Texas Eastern Transmisión. Esto con el fin de comprar los gasoductos “Big Inch” y “Little Big Inch”, cuando el gobierno de Estados Unidos los privatizó.

Los gasoductos de Texas Eastern eran claves para traer gas natural desde Texas y el sudoeste norteamericano a los mercados del este. Para la mayoría de los estadounidenses, Houston y New York parecen ser dos ciudades muy distantes. No obstante, hay una verdadera conexión entre ellas, que se entiende mejor cuando se estudian los consorcios de inversionistas que controlaban el ferrocarril, los canales, los gasoductos y otros sistemas de transporte que han conectado estos mercados y han ayudado a determinar el control de los negocios locales, que se ocupan tanto de bienes como de capitales a lo largo del camino. Por ejemplo, el gasoducto Big Inch de Texas Eastern iba desde el este de Texas hasta Linden, New Jersey, a 50 kilómetros de las propiedades de las familias Dillon y Brady – ubicadas en este estado – y a unos 30 de las oficinas de Dillon Read en Wall Street .

Según el periodista investigativo Dan Briody en su libro The Halliburton Agenda: The Politics of Oil and Money, los hermanos Brown obtuvieron un ingreso neto de 2.7 millones de dólares de utilidades sobre sus acciones, a través de su oferta pública inicial de acciones, inmediatamente después de que la compañía se conformó y ganó la oferta para comprar los gasoductos al gobierno a finales de los años 40. Pero este no fue el verdadero botín que consiguió esa empresa. Briody asegura que Brown & Root hizo 88 trabajos diferentes para Texas Eastern y generó ingresos de 1.3 mil millones de dólares, a través de esos contratos, entre 1947 y 1984. [42.1]

Robert Sobel en su libro The Life and Times of Dillon Read afirma que bajo el liderazgo personal de la transacción emprendida por August Belmont, Dillon Read también obtuvo una utilidad sobre las acciones de Texas Eastern. “No se sabe nada sobre las ganancias de Dillon Read por actuar como underwriter, pero en todo caso era una muy importante propietaria de acciones ordinarias de TETCO [Texas Eastern] que compró a 14 centavos cada una, que luego aumentaban a 9.50 dólares” [42.2]. Aunque cifras de los ingresos de Dillon Read provenientes del underwriting y otros servicios referentes a la banca de inversión a través de los años que se podrían comparar con los contratos de construcción de Brown & Root no están disponibles, recuerdo que Dillon Read continuaba manteniendo una provechosa relación con Texas Eastern muchas décadas más tarde, mientras yo trabajaba en la firma durante los años 80. De manera interesante, Briody también describe, detalladamente, los esfuerzos macartistas que se llevaron a cabo para destruir la carrera y reputación de un funcionario honesto del gobierno: Leland Olds (1940-1949), presidente de la Comisión Federal de Energía -. Esto, debido a que a sus decisiones éticas, en lo referente a la regulación de la energía, amenazaban las riquezas generadas por las ganancias de Texas Eastern. Todo esto lleva a deducir que el patrón consistente en generar ganancias exorbitantes – a través de las privatizaciones llevadas acabo por el gobierno y del empleo de artimañas sucias contra sus funcionarios honestos- no es nada nuevo. [42.3]

La cercanía que implicaba la relación de Brown & Root con Dillon Read es acentuada, además, por la descripción que hace Briody de la frustración que sintió el director de Brown & Root frente a la decisión de Lyndon Johnson de servir como compañero de fórmula de John Kennedy durante su candidatura presidencial. Briody cita, además, a August Belmont -en ese entonces, un alto ejecutivo de Dillon Read- quien se encontraba con Brown en su suite privada de Houston, escuchando por radio las declaraciones de Johnson. Según Belmont, “Herman Brown… se levantó de su silla de un salto y dijo: ‘¿Quién le dijo a él que podía hacer eso?’. Enseguida salió corriendo de la habitación.” [42.4]

Lo que Briody no menciona son las denuncias respecto a la participación de Brown & Root en el tráfico de drogas. El ex investigador de la división de narcóticos del Departamento de Policía de Los Angeles, Mike Ruppert, describió una vez cómo fue la ruptura con Teddy, su prometida, quien era una agente que estaba traficando drogas y armas para la CIA, mientras se encontraba trabajando con Brown & Root:

“Cuando llegué a New Orleáns, a principios de Julio de 1977, la encontré viviendo en un apartamento, ubicado al otro lado del río en Gretna. Dotada de teléfonos con codificadores, aparatos de visión nocturna – y siguiendo las órdenes de los comunicados secretos entregados por personal tanto de la Armada como de la Fuerza Aérea, desde la Estación Aérea de la armada en Belle Chasse – Teddy estaba implicada en algo verdaderamente feo. Ella estaba haciendo arreglos para que grandes cantidades de armas fueran llevadas en barcos con destino a Irán. Al mismo tiempo estaba trabajando con mafiosos asociados al capo de New Orleáns, Carlos Marcello, para coordinar la circulación de lanchas que estaban trayendo grandes cantidades de heroína a la ciudad. Las lanchas llegaban a los muelles controlados por Marcello, sin ser ni siquiera incomodados por la policía de New Orleáns. Ella incluso me presentó a varios miembros de esta institución, así como a buzos, militares, ex Boinas Verdes y personal de la CIA.

“Las lanchas recogían la heroína desde torres de perforación petrolífera en el Golfo de México, las cuales estaban ubicadas en aguas internacionales y eran tanto construidas como mantenidas por Brown & Root. Las armas que Teddy controlaba, aparentemente rifles AK47 y M16 – de la época de la guerra de Vietnam – eran transportadas en barcos que pertenecían a Brown & Root o eran tomados en arriendo por esa empresa . Y, además, durante los ocho días que estuve en New Orleáns, me reuní, más de una vez, con algunos de sus empleados, quienes estaban abordando aquellos barcos para ir a Irán en pocos días. Una vez, mientras dejaba un bar, y por lo visto después de haber hecho la pregunta equivocada, alguien disparó hacia mí, con el fin de asustarme.” [43]

Fuente: «Halliburton’s Brown and Root is One of the Major Components of the Bush-Cheney Drug Empire», artículo de Michael Ruppert, publicado en su revista electrónica From the Wilderness.

Otro contacto importante para Cornell Corrections fue el Departamento Penitenciario de California (California Department of Corrections, en inglés). No es claro si esto muestra que California era el centro de operaciones de Bechtel, la empresa donde había trabajado antes David Cornell. Cuando Cornell Corrections inició labores, California tenía la población penitenciaria más grande de la que pudiera abarcar cualquier entidad del gobierno Estados Unidos. Esto se debió, en parte, al extraordinario aumento en el encarcelamientos de usuarios de drogas no-violentos, como resultado de la Guerra Antinarcóticos. La población penitenciaria federal controlada por el Buró Federal de Prisiones del Departamento de Justicia había pasado a ser la más grande, con 186,560 presos, según su informe semanal del 8 de septiembre del 2005 [44]. El estado de California está cerca de alcanzar esta cifra, con 168.000 jóvenes y adultos encarcelados en ese estado y 116,000 personas sujetas a libertad condicional.

Para Cornell, los primeros años de negocios no fueron muy rentables. La industria de las prisiones privadas enfrentaba una fuerte resistencia – además de varios desafíos en la parte operativa – a la privatización de la capacidad carcelaria, tanto en el nivel federal como en el estatal y el local. Dentro de la industria de las prisiones privadas, Cornell enfrentaba la competencia, para conseguir nuevos contratos y adquisiciones, de dos compañías más grandes y más experimentadas: Corrections Corporation of America (CCA) y Wackenhut. Al llegar el año 1995, frente a los líderes en esta industría –Wackenhut, de la Florida, y CCA, de Tennessee –, parecía que Cornell Corrections se estaba quedando atrás en cuanto al aumento de la obtención de contratos con el gobierno se refería. A mediados de 1996, Cornell llevaba 8 millones de dólares de pérdidas acumuladas en su balance.

Steven W. Logan era el Director Financiero, Tesorero y Secretario de la Junta de Cornell. Había prestado sus servicios de administrador experimentado en la oficina de Houston de la empresa Arthur Andersen. Esta era la misma oficina que había servido como auditora de Enron, hasta que la quiebra de esta compañía trajo como resultado el juicio y posterior condena de Arthur Andersen.[45] Dicha empresa fue auditora de Cornell, luego de haberse desempeñado como asesora para crear los estudios de mercado que ayudaron a respaldar las aprobaciones para el financiamiento y la construcción de la prisión en Rhode Island para el Servicio de Alguaciles. Más tarde, Logan fue obligado a salir de Cornell, después de que un negocio suyo – realizado con la ayuda de Joseph H Torrence un ex banquero de Dillon Read – que estaba fuera del balance general, saliera a la luz pública, junto con tratos similares de Enron que también se dieron a conocer. La significativa disminución del valor de las acciones que siguió después de esto, desencadenó varios litigios por parte de los accionistas.

Ingresos y Beneficio Neto de Cornell, reportados para los años 1992 a 1996

1992 1993 1994 1995 1996
Ingresos $2.5MM $3.2MM $15.7MM $20.6MM $32.3MM
Beneficio Neto (Pérdidas) .9 (.9) (.6) (1.0) (2.4)
Camas en funcionamiento 282 1,155 1,135 2,899
(M.M = En millones de dólares)
Fuente: Cornell Corrections, Inc., Datos Financieros Consolidados Seleccionados. Formato 10-K. Para el año fiscal que finalizó en 1996.

La mayoría de los inversionistas de capitales de riesgo, prefieren sacar sus inversiones de una empresa dentro de 5 años. Lo que significa que Dillon Read probablemente habría buscado establecer, o dar inicio, a su salida de Cornell en 1996. El mercado de valores estaba hambriento de IPO (Ofertas Iniciales Públicas de Acciones), en donde una nueva compañía vende sus acciones al público por primera vez. Los capitalistas de riesgo, típicamente, obtienen sus beneficios financiando una compañía, para luego vender su capital cuando un mercado público haya sido establecido para las acciones de dicha compañía. Sin embargo, a finales de 1995, la historia de Cornell no era muy emocionante. No era un líder del mercado, su crecimiento era lento y no tenía ganancias. Por lo tanto, si el ternero iba a ser expuesto al mercado, necesitaría ser engordado.

Una nota sobre “Prison Pop”

“Pop” (“pequeña explosión”) es una palabra que aprendí en Wall Street para describir el múltiplo del beneficio en el que una acción es valorada por el mercado de valores. Entonces, si una acción como Cornell Corrections es canjeada en 15 veces más que su beneficio, por cada millón de dólares de beneficio neto que consiga la empresa, el valor de sus acciones sube por 15 millones de dólares. La compañía podría obtener un millón, pero su pop es de 15 millones. La gente obtiene dinero en el mercado de acciones a partir de la acción que va en aumento. En Wall Street, todo es cuestión del pop.

Las acciones de las prisiones además están valoradas sobre una base “por cada cama”, que se centra en el número de camas suministradas y en la ganancia que representa cada una. La expresión “por cada cama” es en realidad un eufemismo para la gente que está sentenciada a vivir en prisión.

Por ejemplo, en 1996, cuando Cornell salió a la bolsa – según la información financiera estipulada en el documento de oferta suministrado a los inversionistas –, sus acciones estaban valoradas en 24.241 dólares por cada cama. Lo que significa que por cada contrato que Cornell consiguió para alojar a un prisionero, sus acciones subieron de precio por un promedio de la cantidad mencionada anteriormente. Según la filosofía dominante en las escuelas de negocios, este es el valor presente actual del flujo futuro de ganancias, de la acción del mercado generadas por el mantenimiento de cada prisionero. Esta es, por ejemplo, la razón de que las largas sentencias obligatorias son tan valiosas para la acciones de las prisiones privadas. Un prisionero que se encuentra en la cárcel por veinte años, representa veinte años del flujo de efectivo directamente asociado con su encarcelamiento, a diferencia de otro que tenga una sentencia corta o de alguien que tiene posibilidades de obtener pronto la libertad condicional. [47] Esto quiere decir que hemos creado un número significativo de intereses particulares – entre ellos, firmas de inversión, bancos, abogados, auditores, constructoras, inmobiliarias, banqueros y académicos – que tienen como meta particular incrementar la población carcelaria y mantener a la gente tras las rejas tanto tiempo como sea posible.

Cuando se invierte en acciones se gana dinero al vender una acción a un precio más alto del que se pagó por ella. Esto sería cierto en el caso de quienes invirtieron en la acciones de Cornell, entre los que se encuentran Dillon Read y sus fondos de riesgo: Cornell está dirigida por una junta directiva que representaba a los accionistas, particularmente a los mayoritarios, de los cuales Dillon Read formaba parte. La junta está constituida por un grupo de personas encargadas de decidir qué es lo que se debe hacer. Los directivos más altos de la compañía (entre quienes se encontraba, en ese entonces, su fundador y presidente David Cornell), quienes la manejan día tras día, también forman parte de la junta. La mayoría del dinero que ganan viene de las opciones accionarias que se les brindan para animarlos a trabajar con el fin de que suba el valor de las acciones para los inversionistas. Esto significa que todos los que dirigen la compañía quieren que las acciones suban.

Hay dos formas de hacer que las acciones suban. En primer lugar, se puede incrementar el ingreso neto aumentando la capacidad (el número de “camas”) o la rentabilidad (ganancias “por cada cama”). Segundo, se puede incrementar el múltiplo según el cual se venden las acciones, ya sea aumentando las expectativas del mercado – sobre el número de camas o la rentabilidad que cada una pueda tener – o siendo muy accesible para el mayor número de inversionistas posible. Así, por ejemplo, el hecho de aprobar leyes con respecto a la sentencia obligatoria – u otras normas que incrementarían las necesidades de aumentar la capacidad carcelaria- puede hacer que suba el valor de las acciones de las compañías que manejan las prisiones privadas, aún cuando estas no hayan obtenido contratos o negocios adicionales. La aprobación – o la anticipación – de una ley que incrementará la demanda por las prisiones privadas es una “jugada accionaria” en sí misma.

El ganador en el juego global de las corporaciones es el tipo que tiene el mayor ingreso, que fluye a través de las acciones con los múltiples más altos. Es quien gana en el “juego del pop”. Como el que gana en “Monopolio” comprando todas las propiedades que aparecen en el tablero, puede comenzar a comprar otras compañías. Así, la compañía de prisiones privadas que gana es la que obtiene la mayor cantidad de contratos, lo que le garantiza más prisiones y prisioneros, que a su vez generan un mayor ingreso para un periodo más largo con la menor cantidad de riesgo.

La manera en que Cornell podía convertirse en un ganador rápidamente consistía en conseguir muchos contratos del gobierno para alojar muchos prisioneros y en adquirir, rápidamente, otras compañías que a su vez hacían lo mismo [48]. Eso fue exactamente lo que sucedió.