Aunque es una película de ficción, Enemigo público – con Will Smith y Gene Hackman- muestra cómo una persona se convierte en blanco en Washington. Will Smith interpreta a un abogado de Washington que se convierte en el objetivo de una falsa campaña de “señalamiento y desprestigio”, llevada a cabo por personal de las agencias de inteligencia norteamericanas, quienes temen que él tiene evidencias de su culpabilidad en el asesinato de un congresista. Este personal, cuenta con acceso rápido a cada dato de la “autopista de la información” –desde la cuenta bancaria de Will, pasando por sus conversaciones telefónicas, hasta su ubicación exacta– y a los medios que sean requeridos para destruir su carrera y hacer amenazas contra su vida.
Alguna vez, el organizador de una conferencia de inversionistas me presentó ante los asistentes de la misma, diciendo: “¿Quién aquí ha visto la película Enemigo público? La mujer que estoy a punto de presentarles interpretó el papel de Will Smith en la vida real”.
Will Smith en la película Enemigo público.
Un día era una empresaria rica con una casa hermosa, un negocio exitoso y mucho dinero en el banco. Al día siguiente estaba siendo perseguida y tenía mis activos incautados. Afronté unas 18 auditorias e investigaciones, una campaña de difamación – dirigida no sólo contra mí, sino también contra familiares, colegas y amigos que me habían ayudado- y nueve años de litigio, altamente personalizado, contra Hamilton Securities Group. Durante muchos años, quienes que me ayudaban y yo enfrentábamos un grave hostigamiento físico y vigilancia hacia nosotros, llevada a cabo, en mayor parte, por fuerzas ocultas y oscuras. Sucesos tales como allanamientos de casas, persecuciones, envenenamientos, seguimiento a quienes eran invitados mi lugar de residencia o al de los otros afectados, advertencias a amigos, colegas y familiares para que no se relacionaran conmigo, un animal muerto dejado en mi puerta, y cosas aún peores, se volvieron comunes.
Los problemas empezaron a finales de 1995 y evolucionaron implacablemente a investigaciones y litigios significativos en 1996. [60] Ataques tanto frontales como secretos llegaron en oleadas, algo que no tenía sentido para mí hasta que empezamos a trazar el mapa, en forma cronológica, de los esfuerzos paralelos que se llevaron a cabo para ocultar el reportaje “ Alianza Oscura”, escrito por Gary Webb, y efectuar la coordinación con las ganancias de la bolsa valores llevada a cabo por quienes invierten en las empresas de gestión de la inmobiliaria del HUD y en prisiones privadas tales como Cornell Corrections. Se estaba librando una guerra – por los jugosos flujos de dinero determinados por el presupuesto federal – entre los que ganaban su dinero con el desarrollo de comunidades y la “economía de paz”, y quienes lo obtenían con el fracaso de las mismas y la “economía de guerra”. Mientras subía el índice Dow Jones y los precios de la bolsa, esta guerra económica se hacía cada vez más feroz. Por ejemplo, una comparación entre cómo el Departamento de Justicia (DOJ) trató al Hamilton Securities Group –una firma que ayudaba a las comunidades para que salieran adelante – y cómo trató a Enron –una empresa que destruyó ilegalmente a pensiones y comunidades – dice mucho sobre las verdaderas intenciones del sistema. [61]
En marzo de 1995, la primera venta de préstamos de más de mil millones de dólares por parte de HUD fue un éxito significativo. Su desempeño sorprendió tanto a los que HUD tradicionalmente servía como a Wall Street. La revista Barron’s publicó un artículo titulado “Aunque no te lo creas, HUD hace algo bueno por los contribuyentes” (Jim McTague, 10 de abril de 1995). A muchos tomó por sorpresa, desprevenidamente, el éxito de la venta, incluyendo los precios que se obtuvieron como resultado del ingenio de la banca de inversión combinado con el de la tecnología informática involucrada.. HUD estableció el equipo de la FHA, con el Hamilton Securities Group como principal asesor financiero, como uno conformado por líderes importantes de una reingeniería auténtica, a diferencia de lo que me pareció una reingeniería netamente publicitaria que venía de la Oficina para la Reingeniería de Gobierno de Al Gore y Elaine Kamarck.
Un indicio de los problemas que estaban por venir fue la respuesta de Mike Eisenson, jefe de la cartera de acciones privadas del Fondo de Donaciones de Harvard. Mike, quien más adelante se conocería por su papel en la financiación de la empresa petrolera de George W. Bush, Harten Energy, fue el responsable –junto con Pug Winokur, miembro de la junta directiva de Harvard y presidente de DynCorp– de la inversión llevada a cabo por Harvard en Nacional Housing Partnerships (NHP), una de las empresas más grandes de gestión de la inmobiliaria de HUD. Mientras que nos estábamos preparando para la puja de las primeras ventas “billonarias» de préstamos, yo llamé a Mike. Contestó el teléfono y me dijo, “¡jódete!” Luego explicó que odiaba nuestro proceso de puja: la única manera en que Harvard podría ganar era pagando más dinero que los otros postores. Una de las razones por las cuales esto se convertía en un problema era que NHP tendría que competir por sus hipotecas en mora, y sería obligado cumplir con los estándares del mercado en cuanto a honorarios de gestión inmobiliaria, o perdería negocios en propiedades donde la transferencia de la hipoteca hubiera dado al nuevo propietario el derecho a cambiar de gestión. Se decía que NHP era la inversión más grande de Mike. Para obtener una ganancia en la venta de NHP, sería necesario que NHP hiciera una IPO (Inicial Public Offering. Lo cual significa que NHP no necesitaba menos negocios privilegiados con el gobierno, sino cada vez más.
El proceso de puja que yo había creado estaba generando enfrentamientos, entre pequeños y grandes inversionistas de inmobiliarias, hipotecas y acciones, unos a otros, de una manera que aumentó considerablemente la competencia, a comparación de las prácticas tradicionales de puja. Como resultado de ello, HUD atrajo nuevo interés de los inversionistas para comprar sus hipotecas en mora, además de una recuperación mucho más alta de esas hipotecas. Así, con aproximadamente 10 mil millones de dólares en ventas de hipotecas, dirigidas por el Hamilton Securities Group, HUD pudo generar 2.2 mil millones en ahorros al Fondo de la FHA. Auditorias posteriores confirmaron que las ventas de hipotecas tuvieron un impacto positivo para las comunidades en donde estaban ubicadas las propiedades.
Una de las muchas ironías con respecto las ventas de préstamos era que J. Roderick Heller III, el presidente de NHP, me había pedido que abriera Hamilton para que sirviera como banco de inversión principal de NHP. Cuando me reuní con Rod y Mike en el Harvard Club a principios de los 90 para firmar el contrato, intentaron hacer grandes cambios a las condiciones del trato y, esencialmente, abrogaron el contrato verbal de Rod. Si hubiéramos pasado a ayudar a NHP como planeamos originalmente, no habríamos servido como principal asesor financiero a HUD y FHA. Si el grupo de inversión privada de Harvard se resintió por nuestra ayuda al regulador gubernamental de la inversión más grande de su cartera, no tenía por qué culpar a nadie que no fuera sí mismo.
Otro indicio de los problemas por venir fue que empecé a recibir correos electrónicos rarísimos de Tino Kamarck, el esposo de Elaine Kamarck, quien dirigía la Oficina de Gore para la Reinvención de Gobierno en la Casa Blanca. Había conocido a Tino, entonces segundo al mando en el Export Import Bank (luego sería presidente), cuando trabajaba en Wall Street, pero no lo conocía muy bien. Inesperadamente, me mandó un correo electrónico que expresó nociones extrañas e incorrectas tanto de mi estilo de vida como mis costumbres, y propuso que tuviéramos un affaire. En ese momento sospeché que tenía motivos ocultos. El sexo en Washington casi nunca tiene nada que ver con sexo: suele estar relacionado con trucos sucios y una sucia manera de hacer política. Una de las cosas que me inspiró para que fundara mi propia firma había sido escuchar a Jack Kemp, el secretario de HUD cuando yo era subsecretaria, ordenándome durante veinte minutos que alargara mi falda, durante una reunión que no tenía nada que ver con faldas. Sospeché que realmente fue un intento infructuoso por parte de Jack para hacerme perder los estribos. Estaba manejando el dinero de la FHA demasiado limpiamente. A pesar de mi propuesta de trasladarme a otra instancia del gobierno, Jack prefería obligarme a salir de una manera en la que yo podría ser culpada por algo.
Para dar un sentido de interconectividad entre las cosas, uno de nuestros problemas parecía ser Jonathan Kamarck – quien tenía un trabajo con el Subcomité de Asignaciones Presupuestarias del Senado -, que era un defensor tan importante de la Operation Safe Home de HUD, y no se sentía nada cómodo con el impacto que tenían las ventas de préstamos de HUD en el negocio inmobiliario tradicional. Jonathan me dijo que era el primo de Tino, así es de suponer que era cercano tanto a este último como a Elaine Kamarck. Cuando llegó el momento en que las acusaciones contra el Hamilton Securities Group ya se habían desacreditado, y el Fondo de Donaciones de Harvard ya había sacado grandes ganancias al liquidar sus inversiones relacionadas con HUD, Elaine se encontraba trabajando en Harvard. Entre tanto, Tino trabajaba en una firma inmobiliaria de Boston que tenía enlaces estrechos con Harvard y había logrado firmar un contrato con HUD para hacer un poco del trabajo que llevaba a cabo Hamilton Securities Group. Varios años después, me vi con un ex colega de Jonathan del Subcomité de Asignaciones Presupuestarias del Senado, quien había ascendido al puesto de jefe de personal de la oficina del presidente del subcomité, el Senador Kit Bond, quien expresó su preocupación frente al hecho de que “el HUD se manejaba como una empresa criminal”. Cuando el subcomité planeó, sólo unos meses después, un gran aumento de presupuesto para HUD, me acordé de lo que dijo el periodista Bill Moyers, ex secretario de prensa para la Casa Blanca, sobre la alianza entre la CIA y la mafia: “Una vez que decidamos que todo vale, todo nos puede volver a atormentar”.
Cuando Andrew Cuomo funcionó para el nombramiento de Party\ democrático para el gobernador de Nueva York en el año 2002, informes de prensa indican que le preocupaba que los votantes lo asociaría con la mafia.
Más: sin respuesta preguntas sobre Andrew Cuomo
La política tuvo un cambio serio cuando alguien de la Oficina del Inspector General de HUD me informó que estaba en una reunión con Andrew Cuomo –entonces subsecretario de desarrollo comunitario de HUD y futuro secretario – y la inspectora general de HUD, Susan Gaffney. Cuomo les avisó que estaba haciendo arreglos para deshacerse de Hamilton Securities Group y de mí. Cuomo era considerado como muy cercano a Al Gore y su oficina, así como a sus esfuerzos dirigidos hacia la “reorganización del gobierno”. Meses después, Nic Retsinas, entonces subsecretario de vivienda, me informó que la Casa Blanca le había ordenado que no empleara a Hamilton Securities Group durante la próxima serie de contratos. No obedeció. Más tarde, un asociado del subsecretario de administración, quien supervisa la oficina de HUD que maneja contrataciones, me contó sobre las mismas ordenes dadas por la Casa Blanca.
A pesar de las órdenes de arriba, por el contrario, en enero y abril de 1996 un nuevo contrato de prestación de servicios, proveniente de la HUD/FHA, se concedió al Hamilton Securities Group. Según dicho documento, HUD pagaría a Hamilton 10 millones de dólares anuales durante dos años, para que sirviera como principal asesor financiero a la FHA. Nuestros éxitos –desde concesiones provechosas de contratos, pasando por el análisis generado por nuestros software, hasta las innovaciones en las bases de datos, que tenían a Alan Greenspan pidiendo sesiones de nuestro equipo analítico con el personal de la Reserva Federal – sorprendieron a varios de quienes pensaron que nuestro compromiso con la tecnología no haría una diferencia significativa en cuanto a transacciones del mercado o la lógica del balance.
Fue un periodo de riesgo y transición para muchos. Dillon Read y John Birkelund se estaban recuperando ante el fracaso inesperado del inversionista principal de la firma, el banco Barings. Después de ayudar a los socios de Dillon a que compraran nuevamente su firma “Travelers” en 1991, Barings quebró como resultado de un escándalo comercial en Asia a principios de 1995. Con Dillon como su principal inversionista, Cornell Corrections estaba perdiendo dinero. El ex presidente de Dillon y Secretario del Tesoro, Nick Brady, se encontraba aprendiendo sobre las dificultades de empezar su propia firma, Darby Overseas Investments Ltd, en Washington. El equipo de Clinton se preguntaba qué le pasaría si la toma del Congreso por los Republicanos en 1994 provocara su derrota en las elecciones de 1996. La compensación de Mike Eisenson era muy restringida debido a la publicidad alrededor de los sueldos de Harvard Management, y fue sólo después que se animó a abrir su propia firma (con – imagínense – un contrato de Harvard Management que pagaba 10 millones al año, la misma cantidad que abarcaba el contrato de Hamilton Securities Group con HUD). Sólo queda preguntarse qué pasaba, entre bastidores, dentro de la CIA y del DOJ después de que el Memorando de Entendimiento fuera rescindido en agosto de 1995. Es de suponerse que la rescisión dejo a la CIA obligada a informar de todo lo relacionado con narcotráfico al DOJ, y requirió que el DOJ se asegurara de que la CIA cumpliera con tales obligaciones. Así, cualquier tipo de transparencia que Hamilton estuviera generando con sus herramientas informáticas podría aumentar la responsabilidad penal de la CIA, el DOJ y sus contratistas. Cuando la gente tiene miedo, o está manejando riesgos crecientes, a veces se pone celosa del éxito de una empresa nueva. Asimismo se siente frustrada por su propia incapacidad de insistir, abiertamente, en que los recién llegados respeten las relaciones tradicionales del mercado, sin mencionar las líneas de autoridad, así como los flujos ilegales y ocultos de dinero.
A finales de la primavera de 1996, cené en un evento de la Conferencia Nacional de Vivienda con Scott Nordheimer, un empresario inmobiliario que trabajaba con propiedades del HUD y quien había tratado de hacer negocios con el Buró Federal de Prisiones, del DOJ. Acababa de salir de prisión, en ese momento, después de ser condenado por fraude de valores, y creía que el futuro para nuestro negocio de servicios informáticos estaba en las prisiones. Intentó convencerme, muy agresivamente, de que las oportunidades en el negocio de las prisiones eran significativas, en contraste con las oportunidades de crear empleos que formaban parte de nuestro modelo centrado en las comunidades, al que se refirió como algo que no sería “prudente” aplicar. Después de rechazar las invitaciones de Scott para reunirme con el Buró Federal de Prisiones, sospecho que él siguió adelante y mostró nuestro plan de negocios de servicios informáticos al DOJ. Pronto alcanzaría mucho éxito dentro del programa Hope VI de HUD. Esto fue algo polémico, ya que HUD estaba desalojando a cada residente que tenía antecedentes criminales, mientras permitía que el edificio fuera adueñado y administrado, a través de sociedades, por alguien acusado de cometer delitos más graves. [62]
En esa cena, Scott parecía estar bastante contento consigo mismo. Me explicó que se había tomado una decisión para armar una estratagema con el fin de incriminarme, y que yo estaba en serios problemas. Dijo, “bueno, intentamos hacer que te despidieran a través de la Casa Blanca pero eso no funcionó, así que ahora los más poderosos se reunieron y [han decidido] que te irás a la cárcel”.
Los otros miembros de la junta directiva del Hamilton Securities Group y yo tuvimos mucho cuidado en cuanto a la manera cómo construimos y gestionamos la empresa. Habíamos visto la persecución a otras firmas por medio de jugarretas gubernamentales, e hicimos todo lo que podíamos para aguantar las auditorias corruptas, así como las investigaciones engañosas y de corte político. Respondí así a los terribles pronósticos de Scott: “Nunca funcionará, Scott. Somos demasiado limpios”. Scott contestó, “No entiendes. Ya está todo listo. No hay nada más que puedas hacer”. Esa fue la primera vez que me percaté de que había un gran deseo de alguien por verme en una celda, y de que, en cierta manera, todo esto era algo personal.
El 6 de agosto de 1996, Hamilton recibió la primera citación de lo que se convirtió en años de una guerra judicial desatada por el Inspector General de HUD (quien realizó tales investigaciones a través de la autoridad que le fue conferida por el DOJ). En ese entonces, yo no sabía que el DOJ estaba realizando audiencias secretas en una corte federal debido a una demanda “qui tam” presentada en junio de 1996 por Ervin & Associates, en donde Hamilton era acusado falsamente de llevar a cabo violaciones tanto civiles como criminales, y que se usó como pretexto para investigarnos. Una demanda qui tam es presentada por un ciudadano o grupo que se presta como caza-recompensas al gobierno y que busca ganar entre 15 y 30 por ciento ( una cantidad que incluso puede triplicarse) de “ las reparaciones por daños y perjuicios” que sean obtenidas por este último de algo o alguien que ha hecho “afirmaciones falsas” en su contra. La autoridad judicial conferida (para obligar a dar testimonios) al HUD fue usada por el gobierno para evitar el requisito de divulgar esto a los blancos del qui tam, entre los que se encontraba Hamilton Securities Group.
La compañía Ervin & Associates fue fundada por John Ervin, un ex empleado de NHP, la empresa de Harvard que trabajó en la gestión de inmobiliaria HUD. Ervin había ganado contratos para revisar tanto las hipotecas en mora como las coaseguradas, y en 1994 ganó un contrato para recopilar los estados financieros de las viviendas respaldas por HUD. A través de estos contratos, Ervin contaba con un gran flujo de datos sobre edificios privados, apoyados y financiados por HUD. En un testimonio que dio más adelante, Ervin dijo que sería capaz de referirse casos que implicarían varios millones de dólares en multas a la Oficina del Inspector General de HUD. En resumen, dijo ser parte del negocio provechoso de la Operation Safe Home de esa oficina. Mientras HUD se deshacía de cada vez más hipotecas a través de las ventas de préstamos, los negocios de Ervin desminuían. Es de suponerse que, en algún momento, esto posiblemente disminuyó su habilidad de generar ingresos y contactos provechosos para la Oficina del Inspector General de HUD.
La primera citación jurídica representó el comienzo de un periodo de dos años – durante los cuales no me permitieron saber de la existencia de la demanda qui tam, que desembocó en la destrucción de mi empresa – y otro de cuatro años, en los que no me permitieron leer ni escuchar las acusaciones hechas en contra mía y de mi empresa, o siquiera saber quién las hacía. Pasaron cinco años antes de que yo tuviera acceso a las transcripciones cerradas de audiencias jurídicas (a las que no asistimos ni mi abogado, ni yo, por supuesto) del caso qui tam. Pasaron siete u ocho antes de que tanto Ervin como el gobierno fueran obligados a producir pruebas para apoyar sus acusaciones sin fundamento, y de que el Hamilton Securities Group, junto con sus abogados, tuviera la oportunidad tanto de refutar los cargos falsos en un tribunal como de apagar la campaña de difamación que se estaba usando en mí contra dentro del ámbito del mercado. Durante todo ese tiempo, el Inspector General del HUD y grupos privados compartieron, repetidamente fragmentos de los alegatos –supuestamente secretos – con la prensa y varios congresistas.
Cuatro días después de que recibiéramos nuestra primera citación, el 10 de agosto de 1996, Jack Kemp –el secretario de HUD, cuando yo era subsecretaria – anuncio que él era el candidato del partido Republicano para vicepresidente. Jack era considerado como alguien que podría convencer a las mujeres y las minorías étnicas de votar por los Republicanos. No obstante, la realidad en cuanto a la filosofía y la historia de Kemp era mucho más oscuras y menos incluyente. Más adelante, por petición de mis abogados, yo documentaría algunas de mis experiencias con el lado oscuro de Kemp, incluyendo sus esfuerzos de proporcionar ilegalmente subsidios a un proyecto que según informes, provenientes de distintas fuentes, estaba siendo gestionado por Andrew Cuomo, en ese entonces, un abogado en New York quien estaba ayudando a su padre, Mario Cuomo –gobernador de New York en ese momento – a recaudar fondos. [63]
Ocho días después, el 18 de agosto de 1996, la historia “Alianza Oscura” de Gary Webb empezó a publicarse en el San Jose Mercury News. Allí se acusó a la CIA y, finalmente, al DOJ, de ser cómplices del narcotráfico. Dicha complicidad habría tenido lugar durante el período “Iran-Contra”, cuando Bush era vicepresidente y dirigió el Consejo Nacional de Seguridad, con Oliver North entre su equipo. Nick Brady, un amigo cercano y seguidor de Bush – junto con su socio de Dillon Read, John Birkelund – se encargó de la división de banca de inversión para RJR Nabisco, que, según la Unión Europea, era cómplice de lavar grandes sumas de dinero para los carteles y mafias del narcotráfico durante aquella época. Bill Clinton era gobernador y Hillary Clinton era socia del bufete de abogados Rose en Arkansas, donde supuestamente se lavó una parte de los ingresos de la operación de MENA a través de la agencia estatal de vivienda. Mientras que el gobernador Clinton era, en realidad, quien dirigía dicha agencia, el bufete de abogados Rose le servio como asesor especializado en bonos. Stanley Sporkin, en esa época, era Abogado General de la CIA, mientras que estaba redactando el ahora infame Memorando de Entendimiento entre esa agencia y el DOJ. Si uno sigue de cerca tanto los probables flujos de dinero – que entraban y salían de las supuestas operaciones de bonos estatales de vivienda de Mena y Arkansa – como las supuestas actividades de narcotráfico y las hipotecas de HUD en mora en el surcentro de Los Angeles, o las acusaciones alrededor de los hechos y subsiguientes encubrimientos, es posible concluir que había una cercanía incómoda de las redes a las que pertenecen quienes se mencionan en el reportaje de Webb con gobernantes y poderosos.
En ese entonces, no había leído ni escuchado nada al respecto de la “Alianza oscura”. Un ejemplo de la extraordinaria incapacidad de nuestra sociedad para relacionar las cosas, es que integrantes de mi equipo me confesaron que conocían la historia anteriormente, pero no me la mencionaron. No veían la conexión entre la amenaza que significaba el liderazgo de Hamilton en la reingeniería de gobierno – así como en el suministro a la comunidad del acceso a nuestras herramientas informáticas y bases de datos sobre recursos federales en diferentes lugares – y la complicidad de este mismo con el narcotráfico, relacionada, a su vez, con el fraude en HUD que supuestamente tuvo que ver con el lavado de las ganancias.
Me encontraba enfrascada en el trabajo de dirigir una empresa mientras aguantaba citaciones y una campaña de difamación, desatada inicialmente por un equipo de periodistas de la revista semanal U.S. News & World Report. No me di cuenta cuando, a principios de octubre, el Washington Post publicó los “resultados” de su investigación “independiente” de las acusaciones de Gary Webb, diciendo que no había pruebas suficientes para sustentar las afirmaciones de este último. Tampoco estaba enterada de que, mientras que la Casa Blanca estaba intentando hacer que cancelaran mis contratos, Elain Kamarck, en la oficina del vicepresidente Al Gore, estaba ocupada trabajando con la Subprocuradora General, Jamie Gorelick, para garantizar que a las empresas de prisiones privadas les fuera concedida una amplia cantidad de contratos.
Mientras que mis colegas y yo soportábamos múltiples citaciones jurídicas, junto con campañas de difamación. y Gary Webb defendía su historia ante el San Jose Mercury News (perdería su trabajo el año siguiente), Dillon Read presentó un registro de emisión ante la Comisión de Bolsas y Valores para llevar a cabo, el 17 de julio, la oferta inicial de acciones de Cornell. Lo enmendaron el 26 de agosto, el 10 de septiembre y el 30 de septiembre, para luego entregar su prospecto final el 4 de octubre de 1996. Esta fue una buena noticia para Dillon Read y sus inversionistas. Gracias a los esfuerzos exitosos de la administración de Clinton para promulgar una nueva legislación anti-delincuencia, y garantizar que la burocracia del DOJ apoyara la subcontratación de empresas carcelarias privadas para que dirigieran las prisiones federales (lo cual incluía una lluvia de contratos para Cornell entre el otoño de 1995 y la primavera de 1996 ), las acciones de Dillon Read en Cornell, compradas por un precio promedio de 2–3 dólares cada una, empezaron a costar 12 dólares cada una. Es decir, hubo un aumento de un 400 a un 600%. Además de sus ganancias en la bolsa, Dillon se quedó con grandes honorarios de underwriting, siendo así el principal banco de inversión en el ordenamiento de la oferta de acciones. En los nueve meses siguientes, el incremento de contratos y la adquisición de entidades que habían sido contratadas para encargarse de 1,726 presos, durante la administración Clinton, literalmente hicieron de la compañía un éxito. La oferta inicial de acciones reflejaba una valorización en la bolsa de 24,241 dólares por preso. Lo que eso quiere decir es que cada vez que la Operation Safe Home de HUD enviaba equipos swat a alguna comunidad para detener a 100 jóvenes, el valor potencial para los accionistas de las empresas carcelarias que manejaban los centros de detención juveniles era de 2.4 millones de dólares. La Operation Safe Home podía realizar tales operativos fácilmente gracias a aumentos significativos de su presupuesto, logrados, durante verano y otoño, gracias a los más grandes partidarios en el congreso de la Inspectora General de HUD, Susan Gaffney: Jerry Lewis (Republicano de San Bernadino, California), presidente del Comité de Asignaciones Presupuestarias de la Cámara de Representantes, y el senador Kit Bond (Republicano del estado de Missouri), presidente del subcomité del Senado de asignaciones presupuestarias para el HUD.
Para que la privatización de las prisiones funcionara, sólo hacia falta ocultar la verdad al respecto de quién realmente traía las drogas al país y de por qué era esencial que los ciudadanos no vieran ni comprendieran cómo se mueve el dinero en los lugares donde trabajaban y vivían. Si hubiera existido un mapa de la verdad sobre cómo se mueve el dinero en las comunidades y el gobierno – al estilo del software que desarrollaba Hamilton en el momento en que la demanda qui tam hundió el negocio -, tal vez la industria de las prisiones privadas no se hubiera puesto en marcha. Si se documentara la verdadera criminalidad o el verdadero derroche que existe dentro del sistema, sería bastante obvio que los delincuentes reales y el desangre financiero no se encontraban representados en los jóvenes detenidos en la Operation Safe Home, así como tampoco en los dueños y empleados del Hamilton Securities group.
Siempre preparada con la mejor propaganda, Hillary Clinton publicó en septiembre It Takes a Village (“Se necesita a todo un pueblo”), mientras que Bob Rubin, como tesorero (y quien al momento de escribir el presente texto era un alto ejecutivo de la Oficina del Presidente de Citigroup), estaba hablando de la importancia del desarrollo económico en los barrios marginales. La anterior firma de Rubin, Goldman Sachs, uno de los postores más importantes en las ventas de préstamos de HUD, había sido una de las principales empresas de banca de inversión en Arkansas durante la época de Mena. Linda Ives era la valiente madre de un adolescente de Arkansas que fue asesinado por unos policías en agosto de 1987, cuando – al parecer – él, junto con un amigo se tropezaron accidentalmente con una entrega de cocaína que se estaba llevando a cabo durante la operación de MENA. Ives, trabajando junto con la periodista Mara Levitt, se empeñó en esclarecer muchos de los acontecimientos que giraban alrededor de la muerte de su hijo –inicialmente declarada como un suicidio por las autoridades – y la corrupción en Arkansas [64]. Ives sí podría explicarnos realmente por qué se necesita de todo un pueblo para criar un niño, cuando líderes como Hillary Clinton y Bob Rubin, junto con sus socios y colegas, están ganando dinero en los alrededores.
Me he dado cuenta de que cuando las cosas parecen ser completamente oscuras, pasa algo que puede transformar el rumbo de los sucesos. El 15 de noviembre de 1996, el director de la CIA, John Deutch, se enfrentó a supuestas pruebas del narcotráfico de la CIA en frente de una gran multitud de ciudadanos y cámaras de los medios de comunicación. Deutch estuvo ahí para responder a las acusaciones de Gary Webb en “Alianza Oscura” que describían la complicidad de la CIA en tales actividades. La confrontación fue grabada para la posteridad en el premiado video de Guerrilla News Network: Crack the CIA. Deutch afirmó, ante las cámaras, que los alegatos de Webb serían investigados por el Inspector General de la CIA, cosa que dio paso a varias audiencias del Congreso. Entre ellas se incluía una que se hizo inmediatamente después de que el tribunal decidió despojar a Hamilton de su oficina y sus archivos.
Me tardaría dos años de aguantar una avalancha de “terrorismo policial”, así como de aterradores actos de hostigamiento físico y vigilancia, antes de que pudiera ver el video de ese evento y leer la obra de Gary Webb. Ahí fue cuando empecé a educarme con el fin de entender por qué la transparencia de flujos de dinero en las comunidades era una amenaza tan significativa para la estabilidad del sistema financiero global, como para que intereses poderosos insistieran en destruir Hamilton Securities Group y sus herramientas informáticas.