por Catherine Austin Fitts
Tomé la decisión de escribir Dillon, Read & Co. Inc. y la Aristocracia de la Industria Carcelaria, mientras trabajaba haciendo jardinería en una granja comunitaria, ubicada en Montana, durante el verano del 2005. Yo había venido a Montana para crear el modelo de las actividades que iban a desarrollar los Círculos de Inversiones Solari, una asociación privada de inversionistas que practican la “intimidad financiera”, invirtiendo tanto en gente como en productos reconocidos y confiables para nosotros o nuestra red. Si queremos agua limpia, comida fresca, infraestructura sostenible, bancos seguros, compañías legítimas y comunidades saludables, vamos a tener que financiar y gobernar estos recursos nosotros mismos. No podemos invertir en acciones y bonos que provienen tanto de grandes corporaciones como de gobiernos, que perjudican nuestra comida y agua – así como al medioambiente y a los seres vivos en general -, para luego esperar que tales recursos estén disponibles cuando los necesitemos. Tampoco podemos hacer negocios con bancos que están provocando la bancarrota de nuestra economía y del gobierno.
Sobrevivir y prosperar como un pueblo libre, depende de crear y hacer transacciones con monedas e inversiones diferentes a aquellas que son tanto impresas como manipuladas por Washington y Wall Street. Esas mismas que, eventualmente ponen fin a nuestros derechos y recursos.
Lo que encontré en Montana, no obstante, lo vi también en otras comunidades a lo largo de Estados Unidos. Estamos tan enredados económicamente con el gobierno federal y las grandes corporaciones, que no podemos ver nuestro grado de complicidad en todo aquello que decimos repudiar. Nuestras redes sociales están tan interrelacionadas con los líderes de las instituciones – entre quienes se encuentran funcionarios del gobierno, banqueros, abogados, profesores universitarios, directivas de fundaciones, ejecutivos de corporaciones, inversionistas o compañeros de universidad que ya se graduaron, además de otros –, que no nos atrevemos a mostrarle a nuestros propios familiares, amigos, colegas y vecinos, su responsabilidad frente a tal complicidad económica y operativa. Mientras odiamos “el sistema” seguimos respetando y apoyando tanto a las personas como a las instituciones que lo están implementando, al interactuar y realizar transacciones con ellas en nuestra vida cotidiana. Disfrutar de los beneficios económicos y otras ventajas provenientes de tal apoyo, asegura nuestra continua complicidad y contribución para impulsar todo aquello que decimos odiar.
Sentada en la tierra fértil, en medio de la hermosura de vegetales y flores que se encontraban en la granja, estaba enfrentada a la inutilidad de intentar crear soluciones, sin tener en cuenta algunos consensos básicos acerca de la “tenia” económica que está matándonos – y a todos los seres vivos -, mientras la seguimos alimentando ciegamente. En un mundo dominado por la guerra económica, debemos conocer la estrategia de cada participante en este juego. Debemos conocer la tenia económica y cómo funciona a manera de parásito dentro de nuestras vidas. Una tenia inyecta químicos en un huésped, causando que éste ansíe fuertemente lo que ella obtiene. En Estados Unidos nos desesperamos frente a nuestro propio deterioro, pero al mismo tiempo, deseamos fervientemente la próxima dosis de químicos inyectados por dicha tenia.
Teniendo todo esto en mente, decidí escribir Dillon Read & Co. Inc y la Aristocracia de la industria carcelaria, con el fin de que fuera un estudio de caso diseñado para ayudar a entender la profundidad del sistema. Dicho análisis muestra la historia de dos equipos con dos visiones, en competencia, sobre Estados Unidos. La primera era compartida por mi vieja firma en Wall Street –Dillon Read– y la administración Clinton, que contaba con el apoyo total de ambos partidos dentro del Congreso. Con esta visión, la aristocracia del país gana dinero atrapando a nuestros jóvenes en un “movimiento de pinzas” conformado por el problema de las drogas y el sistema penitenciario. Además, gana el apoyo de la clase media para llevar a cabo estas políticas, a través de factores tales como la continua y creciente corriente de financiación gubernamental, los contratos para llevar a cabo actividades relacionadas con la guerra contra las drogas – a nivel federal, estatal y local – y las ganancias del mercado de acciones que se encuentran relacionadas con todo lo anterior. Este consenso llega a ser aún más poderoso, debido a la ola de deuda creciente que se usa para generar la burbuja inmobiliaria, el mercado de hipotecas y la manipulación de las acciones, así como de los mercados de oro y de metales preciosos dentro del “pump and dump” (inflar y desechar) más grande de la historia: el de toda la economía estadounidense. Esto es más que un proceso para acabar con la clase media. Es genocidio; uno mucho más disimulado y letal que los que habían llevado a cabo, mucho antes, los canallas que aparecen en nuestros libros de historia.
La segunda visión era compartida por mi banco de inversión en Washington –The Hamilton Securities Group– y por un pequeño grupo de excelentes empleados y líderes gubernamentales que creyeron en el poder de la educación, del trabajo duro y de una nueva asociación conformada por la gente, la tierra y la tecnología. Esta visión nos permitiría pagar de contado deudas públicas y privadas, así como crear infraestructura, capital y nuevos negocios. Creíamos que nuevas épocas y tecnologías impulsarían un resurgimiento, el cual permitiría que esfuerzos descentralizados comenzaran a trabajar en los fuertes desafíos que enfrentamos en aspectos tales como: la población, el medioambiente, el manejo de recursos y el acelerado crecimiento de la brecha cultural entre quienes tienen más habilidades en el manejo de la tecnología y la mayoría de la gente.
Mi esperanza es que Dillon Read & Co. Inc y la Aristocracia de la industria carcelaria, ayude a que ustedes entiendan el juego lo suficiente como para reconocer la línea que divide ambas visiones. Una centraliza el poder y el conocimiento de una forma en que destruye comunidades e infraestructura, mientras domina la riqueza y disminuye las libertades. La otra, por el contrario, diversifica el poder y el conocimiento para crear nuevas riquezas -a través de la reconstrucción de infraestructuras y comunidades, así como del fortalecimiento de nuestros recursos naturales-, reafirmando así nuestros viejos y más profundos sueños de libertad.
Mi esperanza es que a medida que crece su poder para entender el juego financiero y las líneas divisorias, ustedes serán más capaces de construir redes conformadas por gente auténtica que inventa soluciones auténticas ante los desafíos reales que enfrentamos.
Mi esperanza es que ustedes ya no le sigan dando la bienvenida, tanto dentro de su vida como de su trabajo, a personas y organizaciones que sabotean los verdaderos cambios. Si suficientes de nosotros nos mantenemos al margen de esa visión y nos unimos a la intención de transformar el juego, daremos paso, así, a la magia que llega en tiempos difíciles.
Sí. Hay un mejor camino. Y sí, nosotros podemos crearlo.